sábado, 17 de noviembre de 2007

Nuestra Fe

(“Dynamo”, Soda Stereo)

Bajo esta piel
Que estoy mudando
Encendí un amanecer
Que no para de crecer
Que no para de crecer

Con el sol de Abril
Y sin saber por que
Estoy sudando en nuestra fe
Que no para de crecer
Que no para de crecer

Tengo aqui el cristal
En mis manos
Ya soy todo un corazon
Que no para de crecer
Que no para de crecer



La fe es una certeza que vas más allá de la experiencia, y de quien maneja los datos que la experiencia nos da, es decir, la razón. No es un saber, sino un creer en algo, que no necesita de razones para urdir sus certidumbres. Es, en definitiva, un modo de relacionarnos con algo que está fuera de nosotros, ya que la fe “en sí mismo”, solo es posible si nos consideramos a nosotros mismos como un “otro”. Aquí nada se nos dice sobre hacia quién esta dirigida esta fe, su objeto, pero sí se nos describen cuáles son las notas características de esa relación. Ya desde el título, que habla de “nuestra” fe, se anuncia su carácter necesariamente participativo. La fe necesita de los otros, necesita ser comunicada y compartida. La fe de uno solo se parece a la locura. Luego, cada una de las tres estrofas señala una característica. Primero, nuestra fe aparece en un determinado momento, que en general es un momento de cambio, ya que en el hombre muy instalado es difícil que irrumpa la fe. Aparece y es siempre una novedad, un amanecer. Segundo, una vez aparecida, anida en nuestro interior y desde allí se manifiesta. Desde allí y casi contra nuestra voluntad, reacciona ante lo exterior, como el sudor. Tercero, está en nuestras manos y es frágil como el cristal. Por último, sumada a estas tres, que no dejan de ser accidentes propios de cualquier cosa inerte, se suma la más importante de todas. Esta, presente y duplicada en todas las estrofas, anuncia que la fe es algo vivo, es un organismo expansivo que no para de crecer. Sencillamente si la fe no crece, muere.


Nuestra fe (inmanencia)

Existe una fe que se basa en lo que existe, lo transforma y nos transforma, una fe lateral. Es la fe del cauto Spinoza que se apoya en el hombre y que anuncia que para el hombre nada es mejor que otro hombre. Así, el solitario judío respondía al agrio Hobbes que había sentenciado: “homo homini lupus”. La fe de Spinoza es una fe en el hombre y en su capacidad de conectarse entre sí, una fe que arma redes, que habla de solidaridades y que tiene a la tolerancia como su sostén fundamental. El hombre conectado con sus semejantes expande sus capacidades y aumenta entonces su potencia de ser, en definitiva, más hombre. Es la política de los afectos, la búsqueda de los otros para dejarnos afectar por ellos. Para ello es necesario hacer el arduo ejercicio de ponernos en su lugar, sabiendo que nunca llegaremos a ser “el otro”, pero que al menos comprenderemos mejor sus circunstancias y de esa comprensión saldremos fortalecidos. De todos modos, es justo decirlo, esta fe, como toda inmanencia, adolece de chatura. Es como el plano de una casa, que muestra con gran acierto sus funciones y la disposición de los espacios que la componen, pero que no pasa de ser un esquema. Nadie puede vivir en el plano de una casa.


Nuestra Fe (trascendencia)

Cuando el hombre busca más allá de su propia existencia, aparece Dios y con Él aparece el espesor. Dios levanta el plano y hace el mundo habitable. No es que se pierda la fe en el hombre, al contrario esta encuentra su sustento, su garantía. Dios mismo sale fiador por el hombre. Sobre todo porque Dios no se limita a quedarse más allá del hombre, sino que viene a su encuentro. No solo se prueba el traje de hombre, sino que acepta su condición hasta el final, hasta la muerte, “y muerte de cruz”. Esta es Nuestra Fe, que es un don, que habita en nuestro corazón, que es frágil por el pecado y que sobre todas las cosas vive. Y no para de crecer.

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