viernes, 25 de abril de 2008

Las asíntotas

Las curvas siempre fueron para mí un misterio, será por eso que el Barroco es mi pasión. Cuando esos caprichosos meneos de la línea se pudieron reducir al rigor matemático, debe haber sido uno de los grandes momentos de la humanidad. Una violenta sensación de dominio habrá asaltado a aquellos hombres, cuyo sudor goteaba desde una peluca blanca. El Universo parecía ceder al control de funciones algebraicas. Unas fórmulas que describían, con una precisión de relojero, lo que unos años antes parecía un capricho de los dioses.

El Renacimiento marcó el inicio en el dominio del espacio rectilíneo. Fue como la NASA, pero aplicada a un “cortile”. Recordemos que la perspectiva tuvo también su inaudita máquina de precisión, que construyera Filippo Bruenelleschi. El mundo se pobló de cuadrados y círculo perfectos en una simple sinfonía florentina. Pero ese cielo duró poco, como sucede con todo lo estrictamente celestial en este valle de lágrimas. Tan solo dos siglos después, esas rigideces euclidianas se vieron convulsionadas por la aparición de los más sensuales contorneos. La curva es lo humano que irrumpe con fuerza telúrica.

Las curvas se agrupan en familias. Las hay bastardas, imposibles de clasificar, como esos hijos del azar, y las hay nobles, cuyo rastro surge como una certera línea de sangre. Son aquellas que responden a una fórmula conocida, y como las grandes estirpes, surcan la historia, indiferentes a los avatares del tiempo. Están las modestas parábolas, las resistentes catenarias, las incesantes espirales, las orgullosas hipérboles, las imprevisibles serpentinas y el lento caracol de Pascal.

De todos modos, mis preferidas siempre han sido las asíntotas. Ellas son más que una curva, una tendencia. Un esfuerzo infinito por alcanzar una perfección esquiva. Es criatura, y su constante acercamiento a lo absoluto puede ser elevado a ley del universo. Nos recuerda los límites a los que vivimos sometidos, pero también los cielos a los que estamos destinados.


El transitar de la asíntota es lento acercarse al extremo, sin jamás tocarlo. En sentido negativo nos recuerda que también es imposible la perfección del mal. Esos personajes siniestros que nos presentan los diarios, y que parecen concentrar todo lo malo, son una construcción teórica que tiene fines diversos. Alguien que atraiga como un imán todas las críticas es funcional a quienes detentan el poder. Lo es también a quienes se oponen al mismo, resulta cómodo que existan sujetos a quienes se puede embestir sin recibir los daños de un contragolpe.

Pero a unos y otros, y para todos los demás, las asíntotas recuerdan que siempre queda un resquicio por donde puede penetrar el pensamiento. Claro que esto requiere de un esfuerzo sostenido. Las perfecciones construidas, tanto en el bien como en el mal, suelen ser fruto de la pereza. Pero como en todo hay excepciones que no merecen ni siquiera de ese esfuerzo. Nuestra realidad es más benévola y produce villanos que permiten hurgar en ese espacio que se estrecha incesante contra el límite.

Penetrarlo es siempre un aprendizaje: el de reconocer nuestra asíntota condición humana y argentina.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me gustó y además aprendí una palabra nueva, que en mi vida había escuchado ¿cómo nunca me nombraste semejante maravilla?