domingo, 10 de octubre de 2010

Sueño barroco

El rey de Polonia no ama ser rey. Su verdadera pasión son los cielos y sus estrellas. Ese mundo de geometrías perfectas que refleja un cosmos ordenado, donde todo funciona como el aceitado mecanismo de una secreta maquinaria. Pasa sus días escrutando los astros y tratando de descubrir en su necesario andar huellas que hagan del futuro una materia asequible. Vive confiado en el ordenado equilibro que tejen “matemáticas sutiles”.

Basilio, rey de Polonia, es el Renacimiento.

Por su parte, su hijo, el heredero, vive, condenado por el tribunal de los planetas, en una adusta torre. Tales eran los funestos signos bajo los cuales vino al mundo que su padre no tuvo más remedio que hacer cumplir la sentencia. Pasa sus días en una total oscuridad del cuerpo y del alma. Las primeras palabras que se le escuchan son un grito: “Ay mísero de mi. Ay infelice”. Apenas puede sospechar el universo por la estrecha puerta que su carcelero le abre. Desconoce el por qué de su destino y protesta haber nacido.

Segismundo, el príncipe, es el Barroco.




Son estas dos concepciones las que están destinadas a enfrentarse y ese choque, no desprovisto de rispideces, es el argumento de La vida es sueño. Basilio, con magistral artificio, hiere la certidumbre de Segismundo y hace que confunda para siempre realidad con sueño. Y es esa incertidumbre la que padece el Barroco en su esencia más profunda, una duda alucinada que habita en el fondo de su espíritu. El Barroco es, como Segismundo, algo bestial, violento y no desprovisto de crueldad. Pocos siglos fueron tan sanguinarios como el XVII.

Sin embargo, el hombre, lejos de quedar sepultado por sus propias perplejidades, le hace frente a aquel mundo que se cae a pedazos. Empuñando pinceles y cinceles, y armado de versos serpenteantes, el Barroco es la señal contundente de que el hombre no está dispuesto a perderlo todo. Su arte no es un medio de escape, sino todo lo contrario, es una respuesta monolítica que le hace frente. Hay una perfecta cohesión entre los esfumados de Velázquez, los pliegues de Bernini y los versos de Calderón. Son accidentes de una misma sustancia. Entre todos esos pliegues habita un mensaje poderoso, una irrenunciable fuerza vital que a pesar del desconcierto no está dispuesta a retroceder.

Segismundo saldrá finalmente de su oscura caverna para demostrar que quien realmente soñaba era Basilio.

Muchas veces se ha comparado nuestro tiempo, infestado de dudas, con el Barroco. Sin embargo, la diferencia está en cómo los hombres de una y otra época hicieron frente a sus fantasmas. Mientras aquellos desplegaron toda la potencia de su arte, modelando y modulando la realidad en pliegues de materia distinta, nosotros a veces no parecemos capaces más que de la queja.

El Barroco no solo está en Roma ni en el Prado. Como un milagro palpita con su energía indomable a cuatro cuadras de mi casa. Teatro San Martín, La vida es sueño, Calderón de la Barca. Un regalo.

7 comentarios:

Rob K dijo...

Barroco lo asocio también a excesivo, a complicado. Conozco poco, pero no percibo esos excesos ni rebusques en la pintura, en la música, pero sí en la literatura y, sobre todo, en la arquitectura.

(Lo mío, como casi de costumbre, es un comentario de lego, sepa Ud. disculparme.)

La herida de Paris dijo...

El barroco recibió su nombre y también el desprecio del movimiento que lo sucedió, el riguroso neoclacisismo. De ahí que siempre queda siemrpe esa asociación a lo exagerado en sentido peyorativo.

En cuanto a la pintura, para ver ese rasgo, recomiendo por ejemplo Tintoretto. Lo de la música es mas complicado.

Saludos sin disculpas.

La condesa sangrienta dijo...

Pensaba que para Alejo Carpentier, América era barroca, un barroquismo creado por la necesidad de nombrar las cosas. Pensaba también que el origen de la palabra barroco, que significa ‘perla de forma irregular’ o ‘joya falsa’, bien podría ligarse a este continente al que se llegó creyendo que era otro.
Perdonen ustedes, pero el 12 de octubre me ha provocado barroquísimos pensamientos.
Un abrazo

La herida de Paris dijo...

Es estilo colonial , que es nuestro barroco, humilde pero sincero, es un buen punto para reflexionar un 12 de octubre.

Saludos.

Mari Pops dijo...

Juzgar las respuestas del hombre ....
El fin del XIX tambien fue dificil y sin embargo los impresionantes arrojaron belleza de luz y color a la que particularmente soy un tanto indiferente por esto mismo de juzgar la respuesta comprometida del artista.

Es la primera vez que puede sentir cierta inclinacion al barroco. Si la exageracion barroca responde proporcionalmente a aquello que ocurria, digamos que me cae mas simpatico. He visto barroco al cuadrado en Austria y me parecio insoportable.

Pero entonces, en este caso laa angustia paso por el retorcimiento colorista? interesante .

Asi que le gusta Tadao Ando?, yo soy una iniciada. Me cuenta algo cuando pueda Opi
Creo que era albanil y que cuando vio la arquitectura de (Le Corbusier??nomeacuerdo quien era) dijo yo voy a hacer "eso" pero mejor.

La herida de Paris dijo...

Mary, el barroco es como el Rock, una fuerza que se expresa con muchas y distintas intensidades. El que viste en Austria es el heavy metal , por ahí te conviene empezar por lo Beatles, es decir: Roma.

A Tadao, en cualquier momento le dedicamos algo.

Saludos

Estrella dijo...

Vuelvo en un rato. Semana complicada que atrasa mis lecturas. Ufa!